La semana pasada Felipe Calderón convirtió la fiesta cívica de reconocimiento a la gran valentía del pueblo mexicano de 1910 en otro pretexto para enaltecer el militarismo y el consumismo. El 101 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana fue marcado por un ostentoso desfile militar y opacado por el abusivo despliegue mediático del llamado buen fin. Una vez más, los ciudadanos y el interés público fueron relegados a segundo plano.
El buen fin no fue diseñado para
mejorar la calidad de vida de todas las familias mexicanas, como señaló de manera engañosa la propaganda, sino para ayudar a los grandes empresarios a deshacerse de sus inventarios y apoyar políticamente a Calderón. Los datos de la Procuraduría Federal del Consumidor (http://bit.ly/sBOkVB) son elocuentes: solamente 60 por ciento de los que acudieron a tiendas en el Distrito Federal se beneficiaron de alguna oferta o promoción y, entre ellos, 30 por ciento manifestó que el buen fin
no cumplió con sus expectativas. Es decir, únicamente 40 por ciento de los consumidores estuvieron satisfechos, y la insatisfacción seguramente fue mayor en otras zonas donde el poder de compra es menor que en la capital.